ENTREVISTA DEL MES: RAPHAEL BERGOEING

Eran alrededor de las 15:30 y llegó apurado a las oficinas del tercer piso del edificio TecnoAulas, para juntarnos y poder realizar la entrevista que teníamos fijada para la edición del Newsletter de octubre. Venía atrasado, pero llamó preocupado para avisar que se encontraba participando en un foro de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo que se había alargado.

Al llegar, caminando rápido y con pasos firmes, subimos y bajamos las escaleras que nos conducirían a su nueva oficina, la del Director de Posgrado de FEN. Una vez instalados y rodeados por sus libros y fotos de sus dos niños, conversamos y nos reímos un poco, para luego adentrarnos un poco más en su vida, su historia y motivaciones.

A Raphael Bergoeing no le faltan razones para sonreírle a la vida. Tiene una linda familia, grandes amigos y muchas personas que lo quieren y estiman, entre quienes se cuentan los que han tenido el gusto de trabajar con él.

Acaba de celebrar sus 43 años de edad y cada día tiene más actividades y energía. Y en ese punto, el de la energía –por no decir hiperquinesis-, hay que detenerse, ya que el movimiento, las ganas de hacer cosas diferentes concentrándose en más de un tema es algo que lo ha caracterizado desde siempre.

Ya en su época de colegio soñaba con hacer clases. Partió enseñando matemáticas a alumnos de un preuniversitario y continuó haciéndolo cuando ingresó a Ingeniería Comercial en la Universidad de Chile. Hizo su primera ayudantía, de Introducción a la Macroeconomía, cuando cursaba el tercer semestre de carrera y de ahí en adelante no paró más.

Al poco tiempo y con 19 años de edad, se fue a trabajar al Departamento de Estudios de Odeplan por un año. “Tenía que ir y marcar tarjeta en la mañana y en la tarde porque el sector público te obligaba, y yo tenía mis clases y mis cosas. Corría todo el tiempo entre el trabajo y la Facultad, así que decidí terminar con eso y dedicarme a hacer ayudantías de investigación”.

Fue en esa época cuando conoció al actual Decano de FEN, Felipe Morandé, quien es su amigo hasta el día de hoy. “Yo era y soy muy de pedir cosas, no espero a que me llamen, así que hablé con el ayudante de finanzas y le dije que quería ser ayudante de investigación y estaba buscando oportunidades. Me contó que había un grupo de economistas interesantes en la Universidad de Santiago. Y partí. Al llegar al departamento de economía vi un letrero que decía se busca ayudante de economía monetaria, cuyo profesor era Felipe Morandé. Me entrevistó y dijo que me llamaría al otro día”.

Al salir se fijó que la oficina del lado era de Carlos Massad, la otra de Ricardo Paredes y la cuarta era de Klaus Schmidt-Hebbel, en cuya puerta había un letrero donde se señalaba que se buscaba ayudante de investigación. Le dijo que quería trabajar con él y luego de hacerle algunas preguntas lo contrató. Entonces terminó en la Universidad de Santiago como ayudante de investigación con Klaus Schmidt-Hebbel, y de cátedra con Felipe Morandé.

Apasionado por la economía como es, tiempo después postuló a la beca Fulbright y partió a Estados Unidos a estudiar un Doctorado en Economía en la Universidad de Minnesota.

Hoy, Raphael Bergoeing posee una destacada trayectoria tanto en el sector público como en el privado. Trabajó como profesor asistente en el Centro de Economía Aplicada del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile y actualmente es profesor Asociado del Departamento de Economía de FEN, siendo sus áreas de investigación el estudio de las fuentes microeconómicas del crecimiento agregado y las causas de la brecha de ingreso entre países.

Se desempeñó como Director de la Escuela de Economía y Administración de nuestra Facultad durante los dos últimos años y desde el 2003 también es economista Jefe de BanChile Inversiones. Ha sido consultor para el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional y Naciones Unidas, entre otras instituciones.

Multifacético y versátil, también tiene grandes dotes de comunicador. Es el infaltable animador en eventos de nuestra Facultad y forma parte del panel de “Economía Global”, programa transmitido todos los martes a las 8:30 en Radio Infinita.

Raphael Bergoeing además escribe un par de columnas al mes en La Tercera, algo que le encanta, pues lo ve como su humilde manera de desahogar una inquietud que ha tenido desde siempre. Y lee mucho, lee todo el tiempo. Se declara un “comprador compulsivo de libros”. Tiene cientos de ellos, incluso colecciona libros antiguos, entre los que se encuentran más de 150 diccionarios en distintos idiomas.

Un sinfín de actividades en días muy ocupados que pasan rápido. Cada día una nueva puerta para abrir. Eso es lo que le gusta y le hace feliz. El movimiento, la gente, sus alumnos, sus libros, sus comidas, su familia, la risa… Caminar por la calle Merced en el barrio Lastarria y entrar al Cid a ver y comprar libros. Mejor, si va acompañado de una taza de café y una buena conversación.

¿Cuáles son tus recuerdos de tu época como estudiante en la Facultad?
Yo estudié en un período complicado, los años 80. Fue un tiempo turbulento, difícil y la Universidad de Chile sufrió mucho. Pero por otro lado fueron momentos que te obligaban a estar cuestionándote y a participar, era súper difícil ser pasivo en esos años.
También tengo grandes recuerdos de mi grupo de estudio. Estaba formado por cerca de 10 personas y éramos bien amigos, aunque algunos pensaban bien distinto a mí. Era un grupo heterogéneo en términos de origen y de mirada del mundo. Pasábamos muchas horas juntos, y ocurrió justo en un momento de protestas, así que era difícil juntarse a trabajar con gente que pensaba distinto. Pero terminábamos de estudiar y luego nos íbamos a algún boliche a comer un hot dog, siempre con muy buena onda y sin que importaran las diferencias.
De los recuerdos que tengo, ese grupo de estudio y esos momentos son los que guardo más claros en mi memoria. Son gente con la que puedes hablar por teléfono luego de muchos años e igual sientes un cariño especial, porque fueron parte de un momento importante.

¿Cómo definirías la experiencia como Director de la Escuela de Economía y Administración?
Lo que me gusta de hacer pegas distintas es que cuando uno ve las cosas desde afuera, todo pareciera simple y unidimensional, pero cuando se mete a los trabajos aprende una brutalidad.
Cuando iba a la universidad me encantaba hacer muchas cosas porque podía conocer gente distinta. Lo mismo ahora. Con mi experiencia en el Pregrado aprendí un kilo. Aunque parezca absurdo, hoy día entiendo mejor la contribución de nuestra carrera, porque antes no me había sentado a pensar y no había escuchado preguntas que me obligaran a meditar en torno a la contribución de un ingeniero comercial para hacer de éste un lugar mejor.
Hay cosas que se ven como cliché. Uno repite lo de la diversidad y la tolerancia como monito, pero al vivir la carrera desde dentro se da cuenta de todo su potencial. Ingeniería Comercial es brutalmente rica por la amplitud de ámbitos en que se puede desenvolver. El Pregrado es el único momento de la vida en el cual uno puede tirarse de espalda en el pasto, mirar el cielo, ver como pasan las nubes y soñar sin límites. Siento que aprendí mucho más con respecto a mi propia carrera en estos dos a años que en mi desarrollo profesional.

¿Qué valor te gustaría inculcarles a los alumnos de FEN?
Desde la academia, algo que creo clave y que se valora poco en la sociedad es tener una mirada abierta a los temas. Por un lado cuestionarse todo con un sano equilibrio, que es algo que la ciencia por definición plantea; y por otro, estar abierto a que cualquier cosa que te digan puede ser cierta. En eso el mundo académico es maravilloso, porque te obliga a aceptar que tienes que cuestionarte todo y te lleva a construir. Eso genera el cambio y el cambio es bueno, porque te mantiene vivo, despierto y sano.
Y como persona, creo que uno tiene que tratar de ser buena onda. Pero hay una mirada peyorativa en ser buena onda, que no quiere decir tomarse todo a la ligera. De verdad pienso que a uno le duele la guata mucho más de lo necesario. Yo creo en el optimismo, creo que ese es un valor porque cuando uno es optimista está bien consigo mismo y con el resto, por lo tanto ayuda a que el resto esté contento. Si eres optimista, tú le haces un bien a la sociedad.

¿Cuáles son tus expectativas como Director de la Escuela de Postgrado de FEN?
Hay varias cosas que la Escuela de Postgrado tiene que tratar de alcanzar y creo profundamente en la contribución que la Facultad puede ofrecer al país para que sea un lugar mejor. Y en ello, la gestión tiene mucho que decir.
En el postgrado la tarea consiste en entregar herramientas desde el mundo de la economía y la gestión en muchos casos a profesionales de otras disciplinas. Por ejemplo un hospital mal gestionado aunque tenga los mejores médicos, lamentablemente terminará siendo un hospital cerrado.
Tenemos la obligación de asumir la mayor cantidad de desafíos y temas posibles. No me gustaría casarme con un área, este programa tiene que ser lo mas amplio posible, el tamaño y la historia de la Universidad de Chile nos obligan a asumir esa responsabilidad. A través de posgrado tenemos que trabajar duro para que de nuestras salas salgan personas que estén dispuestas a liderar proyectos.
Eso va a ser particularmente importante en el ámbito de los negocios, que, por ignorancia, ha sido tradicionalmente asociado a ciertas elites que trabajan desde una burbuja. A mi me gusta que esta Facultad ayude a cambiar esa mirada estereotipada.

¿Qué haces en tu tiempo libre?
Todos los miércoles de 8 a 10 de la noche tengo clases de literatura con un profesor. También he hecho cursos de poesía con Cristián Warnken. Además me fascina el cine, voy harto y trato de ver muchas películas.
Cuando estaba en la universidad tenía un saxo alto, pero lo tuve que vender porque son chiquititos y yo mido 1.93, así que me veía un poco ridículo. Luego, con las ayudantías, me compré un saxo tenor. En esa época mi mejor amigo era fanático de la música y tocaba su guitarra, yo trataba de acompañarlo con el saxo. Después me fui a Estados Unidos y no seguí, pero se lo regalé a mi hijo menor. Ahora no toco nada, pero sí me desahogo impulsando la música en mis niños, el mayor toca guitarra eléctrica. Tienen clases de música todas las semanas y siempre voy a verlos.
No soy un tipo que hace mucho deporte. Mi problema es que soy medio desordenado con los horarios y funciono mejor en la noche, me cuesta levantarme temprano a jugar. Pero lo que hago es caminar mucho, camino al centro ida y vuelta una o dos veces al día.
Otra cosa que me hace feliz es la comida. Soy fanático de la comida, me levanto en la mañana y pienso donde voy a almorzar. Yo soy súper sibarita. Disfruto mucho juntarme con mis niños, mi señora, mi familia. Básicamente, lo mío en la vida es una cuestión de buena comida y conversación.